Namaste Guruji

Namaste Guruji

Hasta Siempre Maestro IyengarEn cierta ocasión alguien dijo: “… pocos gurus viven para convertirse en gurus de todo el mundo”. Hoy sabemos que guruji, B.K.S.Iyengar fue sin duda de esta clase extraordinaria de maestros. Su vida fue un ejemplo de Tapas, swadyaya e ishwara panidhana, las tres cualidades que conforman la acción del yoga.

Superó la enfermedad y la debilidad de su cuerpo y allí donde había flaqueza desarrolló fuerza. Allí donde había oscuridad arrojó luz, no solo para sí mismo sino para millones de nosotros, sus hijos en yoga, que aclaramos nuestras sendas gracias a su guía precisa y sencilla.

Su incansable constancia y su entrega total dieron el fruto prometido por Patanjali, con tanta abundancia que se derramó como una bendición para todos los que pudimos seguirle en vida e incluso para los que en próximas generaciones no tengan la oportunidad de haberle conocido como nosotros. La cantidad de sufrimiento que ha evitado en el camino de tantos y tantos seres humanos siendo él uno solo, es ingente. Nos dio un ejemplo más de lo que la acción consciente y constante de un solo ser humano puede aportar a toda la humanidad.

De una humildad y sencillez en su vida y en su practica sin parangón. No le cegó la fama, no le cegó la fuerza, no le cegó el orgullo espiritual  ni siquiera tras recibir la propia gracia del yoga. Quienes le conocimos damos fe de su tranquila y humilde vida, en su casita tras el instituto de Yoga Iyengar de Pune, donde daba sus clases y donde disfrutaba de los sencillos placeres de su familia, hijos, nietos y bisnietos. Casi logra cumplir sus 96 años aquél a quien los médicos le pronosticaban morir siendo niño. Una larga vida lograda a base de su práctica y de su disciplina, que ahora nos inspira y nos recuerda lo que podemos llegar a conseguir.

“Luz sobre el Yoga”, ”Luz sobre los pranayamas”, “Luz sobre los Yogasutras de Patanjali” y finalmente “Luz sobre la vida” se encuentran entre su prolija bibliografía, a través de la cual logró realmente llevar luz a nuestras vidas. Filosofía, arte y ciencia de la vida que lograron hacer de mí un practicante intenso y posteriormente un profesor.

Algunos han perdido un guía, otros han perdido un lejano profesor, otros un maestro. Yo he perdido a un padre. Maestro desde mi corazón por más de veinte años, donde seguirá ahora más presente que nunca, recibiendo en dedicación continua cada asana de mi sadhana. Si al final de mi vida supiera que mis actos han dado a alguien la mitad de lo que él me ha dado a mí, moriría con una sonrisa de satisfacción.

Entre todas las manifestaciones de respeto y de despedida, yo le brindo la de un hijo. Aquí sentado en mi casa, en Tenerife, leo sus comentarios de los Yogasutras. Me imagino sentado a su lado, como la última vez que le ví, en noviembre del pasado año. Al atardecer, mientras leía totalmente absorto y entregado como siempre, cruzando y descruzando los pies de vez en cuando. Mientras entraban y salían continuamente alumnos del centro, yo trataba de leer, pero en realidad estaba disfrutando más de su cercanía en silencio, así que le observaba con cariño.

Hoy, mientras escribo estas palabras de despedida, quiero quedarme con esa imagen sencilla, hogareña y cercana, de guruji, de mi padre en yoga, para seguir disfrutando de él cada vez que me siente a releer sus libros.

Desde lo más profundo de mi alma, Guruji,

Namaste.

José Antonio Cao

Jose Cao - Sala

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